viernes, 5 de noviembre de 2010

DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO

"¡Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para Él todos están vivos!"
Lc. 20,27-38

En nuestros países en Latinoamérica el segundo día de este mes celebramos el día de los difuntos y me viene a la mente esta fiesta que con tanta algarabía celebramos. Pero el Evangelio de hoy nos declara muy tajantemente que "Dios es un Dios no de muertos, sino de vivos..."

Jesús nos dijo: "Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia..." Es tal la grandeza de la Vida que el Señor nos trae que nos sirve para esta vida y para la otra. Sí; para la otra...

Resulta que muchas personas que dicen tener mucha fe, creer en Dios, y todas las demás cosas propias de los cristianos, dicen tener miedo a la muerte y, si le recuerdas la otra vida, te dirá que eso nadie lo sabe, que nadie ha vuelto...
Se acercan a Jesús un grupo de saduceos que negaban la resurrección de los muertos. Se acercan con una pregunta con doble intención. Ya saben ustedes que las personas que están predispuestas a negar las verdades religiosas, en muchas ocasiones, tratan de ridiculizarlas. Así hicieron nuestros amigos saduceos.

Citan a Jesús la "Ley del levirato" (Dt 25, 5-10) y le ponen un ejemplo práctico para la aplicación de esta ley. Siete veces quedó viuda una mujer.
En la otra vida ¿Quién será su verdadero esposo... ¿el primero? ¿el quinto...? El Maestro les contesta que la condición de los hijos de Dios en el cielo, después de la resurrección, será muy diferente de la condición que tenemos en este mundo.

Un dia en uno de las visitas a los salones de clase me puse a hablar con un niño de siete años surgió el tema de la muerte. El muchachito conocía la palabra y más o menos hablaba con soltura de tal asunto. Me dio entonces por preguntarle:
- ¿Tú sabes qué es la muerte?
Y me contestó que no. Que le había preguntado a su hermano mayor —sólo unos pocos años más que él— pero le dijo que no se lo iba a decir porque iba a tener pesadillas por las noches...
Algo parecido pasa con muchas personas mayores de siete años... La muerte la conocen porque la ven en otros, pero sigue siendo una pregunta sin respuesta... quizá por miedo a tener pesadillas por la noche...

Hay muchas personas que esperan en la otra vida como desesperación en esta que ahora viven. Anhelan la otra porque la de aquí no les satisface. Se olvidan que ya el cielo (el estar con Dios) ya comienza aquí, ahora. Sólo tenemos que esperar después de la muerte que sea eterno. No hay que ambicionar la vida eterna cuando la vida caduca se vive lejos de Dios...
En la vida eterna ya no se morirá por eso no hace falta la reproducción. Donde no hay muerte, no se necesita sucesión. Allí los seres humanos serán "como ángeles". No dice que serán ángeles, pues el cuerpo resucitado y glorioso no dejará de ser cuerpo, mientras que los ángeles son espíritus incorpóreos.

Tendremos un "cuerpo espiritual". No significa que el cuerpo se convierta en espíritu, sino que será totalmente gobernado y movido por el Espíritu. Los cristianos tenemos un convencimiento profundo: Existe otra vida después de ésta. Pero sería absurdo explicar aquella realidad con los elementos de nuestra vida presente. Tenemos que entrar en la terminología de Dios para ver y entender estas realidades espirituales.

Es una pena que nuestras Iglesias se llenen para los funerales, muchas veces como compromiso social y otras para agarrarse a algo. Nuestros templos, en cambio, se quedan medio vacíos cuando celebramos la Resurrección. No es fácil hablar de estos temas cuando no se tiene en el corazón la seguridad de la presencia de quien nos espera más allá de la frontera del dolor de la separación.

Toda la existencia de Jesús estuvo llena de Vida. Su nacimiento y milagros, sus Palabras y acciones, sus intenciones y deseos, todo respiraba vida. Hoy nuestra fe en Él tiene que revitalizarse y eso lo podemos y tenemos que hacer desde el Espíritu que da Vida y Vida abundante.

Tenemos necesidad de encontrarnos con Cristo en el camino de esta vida para que cuando estemos en su presencia en la otra no nos resulte un desconocido. El infierno comienza cuando en esta vida estamos ante la presencia de Dios y no le reconocemos por nuestra humana mediocridad. Sólo la fuerza de la fe, el impacto de la Palabra y el fruto de las obras del Espíritu serán capaces de irnos revelando quién está detrás de todos los misterios.
Nuestro "yo" profundo que llamamos "alma", ya desde el momento de la muerte, va a reunirse con Cristo en una vida glorificada y feliz. Tal es nuestra condición de peregrinos en la Tierra. Los frutos del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, afabilidad, bondad... nos irán mostrando el camino para ese encuentro gozoso con el Señor. Los sacramentos serán auxiliares imprescindibles en el caminar junto a Jesús.

Mientras tanto, siguen resonando en mi interior las palabras que Jesús dirigió a un colega mío: "Hoy estarás conmigo en el Paraíso". Toda mi vida he intentado mantener ese "Hoy" en la presencia de Jesús. Cuando llegue ese encuentro definitivo no quiero que Dios me encuentre en el ayer de mi vida. Sólo hoy, en este día que estoy viviendo, sé que puedo ser feliz con mi Señor. La eternidad me espera y yo la espero en el Señor.

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