Nuevamente hemos sido asaltados
por la violencia y la muerte, por el látigo de la masacre perpetrada por un
muchacho que sin justificación arrebató la vida de 28 personas inocentes que lo
único que hacían era buscar la educación de los niños y luego se suicidó. Ante
esta tan dura situación vienen a nuestros sentimientos cuestionamientos y
culpabilidades buscando respuestas del porqué pasan estas cosas, pienso que no
es el momento adecuado para buscar culpables o desencadenar lazos de odio por
lo sucedido.
A todos nos ha dolido en el alma
ver la forma en que todos ellos perdieron la vida, pero frente a todo esto la
única explicación que encuentro, es que todo esto es fruto de la pérdida de
valores y de Dios en nuestras vidas; hemos alejado de nuestros jóvenes el valor
primordial por Dios. Alguien apareció en un noticiero preguntándose ¿Dónde
estaba Dios cuando esto sucedió? Y cuestionando su presencia, me puse a pensar,
que solo lo buscamos y nos acordamos de él cuando estamos con el corazón roto,
pero lo hemos sacado de nuestras escuelas, de nuestros programas de estudio, es
prohibido mencionar a Dios en los edificios de gobierno o sitios públicos; en
los centros educativos es permitido hablar de cualquier cosa menos de Dios, del
evangelio o de los valore cristianos que hacen al ser humano crecer
interiormente y ver la vida desde otra perspectiva.
La razón es sencilla, no se
quiere confundir a los jóvenes y niños con respecto a sus creencias religiosas,
no se les puede obligar a creer para no causarles traumas. Irónico verdad. La
respuesta está saliendo a la luz públicamente y de forma desgarradora, este
tipo de incidentes son parte de la problemática existente, estamos educando a
muchos de nuestros hijos en un ambiente de pobreza de valores, espirituales y
morales. Es fácil culpar al muchacho que hizo todo esto, y con esto no lo
defiendo, pero pienso que la culpa más grande la tienen aquellos que estaban a
cargo de su educación, porque quizás fueron irresponsables en forjarlo y en
enseñarle el verdadero camino. ¿Dónde consiguió las armas? ¿Quién le enseñó a
usarlas? Saque usted mismo las conclusiones.
Nuestros hijos están creciendo en
un ambiente de violencia, porque nosotros mismos lo hemos permitido y todavía
nos preguntamos qué pasa, y porque sucede esto. Invito a los padres de familia
a meditar sobre su responsabilidad educadora, de cuánto tiempo dedican a sus
hijos, de que tanto respeto les tienen cuando les permiten comprar juegos de
violencia, de muerte, de destrucción. Que tristeza me da saber que este país los
juegos de video violentos son vendidos públicamente y sin ningún control. Oremos
para que un día entendamos que este mundo sin Dios, va a la quiebra, que este
mundo sin valores se autodestruirá lentamente. Que todos estos niños y maestros
que murieron este fin de semana, descansen en paz, y que ojala su muerte no sea
en vano. Que incluyamos a Dios en nuestro curriculum de estudios.
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