jueves, 15 de julio de 2010

XV DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO



"¿Quién es mi prójimo?"
Lc 10, 25-37:

El evangelio de hoy un maestro de la ley le hace una pregunta a Jesús, pero interesante y rica en su contenido un tanto comprometedora pero que a mi ver hace que nos preguntemos a nosotros mismos si estamos yendo por el buen camino hacia nuestra santidad de vida.

¿Qué debemos hacer en esta vida para llegar a la vida eterna? Su intención no era buena. El Señor le pregunta sobre lo que está escrito y él sabe responder adecuadamente. El interrogador no pide ninguna aclaración en cuanto al amor a Dios, pero lo que no tiene claro es aquello del amor al prójimo, es que somos especiales, siempre estamos pretendiendo ser claros en nuestro amor a Dios, pero siempre nos olvidamos o simplemente pasamos por alto nuestro amor y compromiso con nuestros hermanos. Solo hay que detenerse a escucharles hablar de los demás! ¡Cuánta cuanta malicia; cuánta violencia verbal, cuanto destrozo a la dignidad del nuestro hermano...!

Los judíos de la época de Jesús hablaban del "prójimo", pero entendían como prójimo sólo a los judíos. Los "gentiles" (los que no eran de raza judía) eran despreciados y no eran considerados como tales. Jesús rompe una vez más este esquema exclusivista. El amor que Él nos trae es más universal que las exclusiones que hacemos los seres humanos. Para el Maestro el prójimo es cualquier ser humano, en especial los más débiles y necesitados.

Muchas veces me pregunto si nuestra Iglesia de hoy es la aliada de los más desfavorecidos de la sociedad; si nosotros como cristianos somos samaritanos convencidos del que aparece herido por causa de los otros.

Tenemos que convertirnos a Dios pero también al prójimo. Puede ser que tengamos teóricamente claro los conceptos y las aficiones espirituales, pero que luego, a la hora de la práctica, nos quedemos siempre en meras intenciones.

No es suficiente creernos que amamos al prójimo. Es necesario hacer algo provechoso por mi prójimo. El Evangelio no es un cúmulo de buenas intenciones sino una constante provocación a la acción. Si nos quedamos en la belleza de la parábola puede ser que no captemos el mandato final de Jesús: "Vete y haz tú lo mismo."

¿Cómo podemos hacer nuestra conversión al prójimo?
Los cristianos tenemos que tener mucho cuidado de no herir el alma de nuestros prójimos.
En otras palabras Nosotros somos portadores de la mayor buena noticia que ha oído nunca la humanidad. Dios se hace uno de nosotros para que nosotros estemos más cerca que nunca de los demás. Acercarse a Dios es tener como compañeros de camino a mis prójimos. No entiendo esa fe siempre excluyente del que no piensa como nosotros. Cuando se vive la fe como exclusión ("ese no es de los nuestros, el no ora como nosotros, el es de otro grupo o movimiento, el no es católico por ende no le ayudo, o no es de mi color o lengua...") siempre se acaba condenando a los demás. Tenemos que tener siempre cuidado para que nuestra fe sea siempre acogida a los otros, nunca excluir ni condenar a nadie. Dios nos ha hecho hermanos de nuestros hermanos no jueces de los demás.

Dios reivindica la presencia de los demás en nuestro corazón, al lado, muy al lado del amor que le debemos a Él. Bien sabe Dios que las personas somos acercadas al Creador por otras personas; que somos los seres humanos quienes pronunciamos hoy la Palabra y quienes damos movimientos a los designios de Dios. Ser cristiano es creer en Dios y en los demás.

¿Qué puedo hacer por los demás?
Nadie te pide que hagas lo que no puedes hacer. Sólo damos lo que tenemos. Lo que nos dice Jesús es que hagamos en lugar de quedarnos pensando o quejándonos. ¿Qué podemos hacer para ver a los demás como prójimos?, pues son cositas sencillas como Sonreír en lugar de quedarnos con caras de amargados y amargadas, Decir una palabra cariñosa y de aliento en lugar de la queja de costumbre, Disculpar y perdonar, Unir a la gente en lugar de dividirla. Orar constantemente por los demás, en especial por los más débiles y necesitados, Querer de verdad a los demás...

En realidad son tantas las cosas que podemos hacer para percibir al otro como prójimo que cada ser humano dispone de un amplísimo catálogo de opciones para sentir el latido de los demás.
El prójimo hoy tiene muchos nombres: familia, amigos, vecinos, desconocidos, conocidos, enemigos... Dice san Juan que quien ama a Dios a quien no ve y, en cambio, no ama al que tiene al lado, es un mentiroso... Ese es el recorrido que va desde el amor que debemos a Dios y a los demás. Dios no es envidioso porque amemos al otro.

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